DESDE EL CORONAZÓN
I - En tiempos de silencio
La mañana discurrió sin complicaciones ni bullicio. Llegada
las tres de la tarde terminaba su trabajo en la oficina. Conectaba las alarmas,
apagaba los ordenadores y toda la luminaria que le había acompañado durante toda
la jornada. A pesar del remanso, aquella sensación tras pulsar los interruptores
le zambullía en un silencio verdadero.
- Toda una
presión inadvertida, como si hubiese soportado un sombrero durante siete horas
y el zumbido de un centenar de abejas que desaparecen al instante. -
Pasado algunos
años vivía confinado en su propio domicilio cumpliendo con rigor las órdenes y
leyes del gobierno, en lucha contra un virus coronado que aspiraba a convertirse
en el azote de la generación de los mayores.
Son las cinco de
la tarde. Acaba de asomarse a la puerta de la calle. Le reclama la llamada de
un café en el bar Camino del Rocío al que acude en ocasiones. Siquiera hubo
asomado la cabeza apenas un minuto y aquella sensación de la oficina le inunda
de recuerdos.
La calle es un silencio muy sobrecogedor.
El café de su casa
no le sabe igual que el que prepara su amigo Luis. Al café servido por Luis le
acompañan su chispa, la gracia, la sabiduría y su amistad. Todo un complejo de sabores perpetúa cada
instante. Hoy debe renunciar a ese café tan deseado, pero le ha enviado un
abrazo a Luis mientras que intenta conciliarse con una taza de menta y de poleo
que acompañan su morriña a golpe de palabras en silencio.