9 de septiembre de 2020

MI ABRAZO EN PEPE CARRIÓN - A Covadonga Traverso

 

                                       Fotografía de archivo: Diario de Jerez.


                         A COVADONGA TRAVERSO

 

Cualquier tiempo pasado es oro viejo mientras habita el verbo clavado en la retina. Aunque la tierra no soporte un nubarrón de lágrimas, como si fuera ayer, hoy llueven nubarrones de tristeza mientras que compartimos tu dolor.

Un traje se cruzó en nuestro camino para vestir a un Santo jerezano que reclama su acogida desde Roma. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios elevaba al santoral de la ciudad al Beato Juan Grande.

 En Roma, sí. Allí surgió el comienzo de nuestra relación y bienvenida. El corazón de Pepe abrió sus puertas para acabar rompiendo todo esquema de aquellas diferencias de aires consistoriales. En ese tiempo, (junio 1996) Pepe Rodríguez Carrión ejercía de portavoz andalucista y fue nuestra contienda discursiva – yo como portavoz de Izquierda Unida – la atmósfera propicia de toda expectación en cualquier pleno. ¡Qué poco importa aquello!

 Mi amigo Paco López me transmite un texto compartiendo su pesar por la pérdida de Pepe. Texto que viene a discernir sobre la cualidad de los políticos. Dice lo siguiente: “La mayoría de los políticos no tiene una visión auténtica de la moral, porque no tiene visión auténtica de la persona. La moral se funda en la persona humana, más concretamente, en su dignidad. En términos de la dignidad de la persona, la moral es el modo de ser y vivir que respeta y promueve la dignidad de la persona humana”. Y termina diciendo: Pepe Carrión era una persona digna.

 Pues sí. Lo suscribo. Pepe fue una persona de gran humanidad y una moral profunda. Que perdure entre nosotros su ejemplo. Un abrazo. – Le contesto. –  

 Porque “Pepe era un hombre muy querido en Jerez. Muy querido. Lo recordaremos siempre en las diferentes tareas en las que le conocimos, como compañero de estudios, como investigador y escritor, como político, como médico, como profesor de universidad, como ciudadano activo, como certero articulista y tertuliano, como amigo...” Así se expresa Agustín García Lázaro en las redes sociales y así lo corroboran comentarios múltiples de gente entristecida por su pérdida.

 El facebook se ensombrece, pero su recuerdo lo ilumina: “Me hacía feliz cruzarme con él cada mañana, escucharle, leer sus comentarios generosos, me hacía feliz verle pasear de la mano de su mujer, me hacía feliz cuando daba la cara por sus amigos, me hacía feliz...” cuenta Carmen Oteo.

 En Pepe habitaba la palabra. La palabra, el valor de la palabra, hombre de palabra. Pepe Carrión fue hombre de palabra. De la palabra dicha y la palabra escrita. De la palabra cumplida. En la acción y en su testimonio.

 Usando su provocadora prosa como estilo literario y comunicador contumaz me atrevo a imitarle – como hacía él para referirse a su primo, ese primo imaginario con quien conversaba en sus columnas semanales – para decir, para decirnos: “carajo, ¿por qué tenemos que esperar a que la ausencia verifique el pasado?”

 Quizás no tenga arreglo, pero sí podemos hacer que su ausencia habite nuestro presente y ayude a construir otra verdad, la verdad de la palabra como lugar de encuentro entre humanos. Porque Pepe R. Carrión fue un hombre verdadero. Como dice mi amigo Julián Gutiérrez… “A ver si mientras tanto somos capaces de llegar a su altura”.

  “Lo que hacemos en la vida, tiene su eco en la eternidad”. Esto que es aplicable a muy pocas personas, su compadre Serafín Jesús Cruces Montes nos asegura que “Tú, Pepe, eres una de ellas, tu eco será infinito”.

 En la muerte entonces no está la despedida, sino que, por el contrario, se halla el verdadero encuentro, y el canto más real, y la pertenencia a todo lo mirado, y la comprensión total y, sobre todo, el diálogo profundo y verdadero: Como nos canta la poeta jerezana Julia Bellido en su poemario “Las voces del mirlo”:  “Habitarás mi corazón entonces/ y podremos hablar con palabras y trinos.// Y anidaremos juntos/ en el silencio hueco de la tierra. 

 Cova, porque no podremos saltar sobre su propia sombra, mientras la herida cicatriza con el soplo del tiempo, que este abrazo, por tantos compartido, nos sirva de consuelo y alivie tu dolor.

                                                     

                                                                          Manuel Montero 

                                                                        9 setiembre 2020