Furtivo en la ciudad
Cansado ya de tanta fantasía,
sin lazos ni escopeta, se lanza a la conquista por calles bulliciosas. Tan solo
una mirada y su desplante, solemne y descarado, conforman su armadura: Un gálibo de luces y destellos dispuesto a sorprender
aquella noche.
Después de algunos lances fracasados, el hielo tintinea cerca de él – en copa larga – con borde tamizado por un rojo carmín.
Tan pronto se alagó en aquél encuentro cuando su acompañante dejó una nota escrita, justo al marcharse, donde él consideraba de antemano que allí estaría impreso el número, la hora y contraseña de aquella habitación que tanto había soñado.
Nervioso de entusiasmo despliega acelerado aquel papel que dentro
contendría lo siguiente:
– Si sueles esperar siempre al acecho las luces encendidas te delatan. Gracias por invitarme, pero quizás mejor te convendría apagar esas luces fantasiosas que solo te oscurecen. Con tanta luz proyectas solo sombras y tu velocidad no nos permite interrumpir el tráfico en la noche.
Cuando el amor llame a tu puerta procúrate aparcar en batería y no enciendas la luz de posición.
M. Montero